martes, 21 de junio de 2011

Genesis de Las Principales Ciudades Antiguas- 4° medio

 Grecia
En la antigua Grecia, la cultura se decanta por el pensamiento racional, por la autonomía racional del hombre. Para los sofistas como Protágoras, el hombre es la medida de todas las cosas, por tanto, la ciudad debe de estar también a la medida del hombre. El racionalismo impregna tanto al pensamiento político griego como al filosófico que, en cuanto tal, se inicia en ese momento. El inicio del pensamiento urbano se suele situar por los estudiosos en las ciudades ideales de Platón y Aristóteles. La ciudad es, para Platón, un espacio para la vida social y la vida espiritual y debe estar encaminada a elevar a los hombres a la virtud. Platón diseña hasta tres modelos de ciudades teóricas o ciudades ideales, siendo su característica común la planta circular que muchos autores atribuyen a influencias indoarias en el pensamiento platónico; en concreto, al símbolo mandálico del círculo utilizado por la mitología hindú para expresar la forma del macrocosmos y del microcosmos.
Aristóteles acentúa el carácter político de la ciudad y la define como un conjunto de ciudadanos, de manera que la ciudad no es, en realidad, un espacio físico determinado, sino un conjunto de hombres libres ejerciendo en común sus libertades públicas, siendo el espacio un aspecto secundario. Esta visión política de la ciudad que refleja Platón en su famosa República, responde al modelo de la polis griega (ciudad estado), donde el ágora es el elemento fundamental, el espacio donde los ciudadanos ejercen sus libertades públicas. El ágora se sitúa en la ciudad aristotélica dentro de un recinto circular, es decir, con forma de mándala hindú como en la ciudad platónica, donde los elementos defensivos definen la separación entre vida de la polis y el exterior.
Junto al ágora, destacan en la ciudad griega la relevancia de sus templos, palacios, museos, gimnasios, teatros, parques urbanos, bibliotecas. Todo ello constituye un conjunto armónico que responde a la geometría espacial de la época. Otro elemento importante que aparece en el urbanismo griego es la vía monumental o vía principal de la ciudad, sobre la que se alinean las edificaciones más importantes.
 La ciudad romana
Las ciudades romanas fueron herederas del urbanismo griego, de sus criterios de racionalidad, funcionalidad, armonía y orden. Recogieron también la tendencia griega al cercamiento de los espacios y el valor de la perspectiva o visión de conjunto. En la ciudad romana destaca en primer lugar el foro, después los templos y palacios, las termas, los anfiteatros y los circos, así como el arte urbano, que es en Roma más psicológico y extravertido que el griego, más estético e interiorista. Pero la aportación romana más original se halla en los campamentos militares, como corresponde al sentido práctico de esta civilización. Hay que distinguir entonces entre la ciudad de Roma propiamente dicha y las ciudades incorporadas al imperio romano, es para estas ciudades que el plan castrense desarrolla una estructura urbana, especialmente pensada para controlar militarmente la ciudad tomada. Estas ciudades sometidas al yugo romano deberán ceder su propia tradición urbana a las condicionantes impuestas por el urbanismo romano, donde se encuentra de forma característica el desarrollo de las dos calles principales, ortogonales con orientación este-oeste (decumano) y norte-sur (cardo) permitiendo el desarrollo del Foro como ensanchamiento del punto de cruce de ambas calles. Estas ciudades se amurallaban y las dos calles en cruz remataban sus extremos exteriores en cuatro puertas de entrada y control a la ciudad. Otro elemento importante en el desarrollo de la ciudad lo constituye el Acueducto, pieza de ingeniería hidráulica que confiere a cada ciudad un desarrollo particular en su morfología y paisaje dependiendo de su acceso, recorrido, necesidades de altura, así como del desarrollo de las pilas o bancos de agua limpia que se repartían por la ciudad para proveer del líquido a la población.
Antigüedad Tardía
La crisis del siglo III supone la crisis de la ciudad clásica en la mitad occidental del Imperio. Las sucesivas invasiones, que se convirtieron en un fenómeno de larga duración hasta el siglo VIII, obligaron a costosas inversiones defensivas, visibles en el amurallamiento (un buen ejemplo son las murallas de Lugo). Junto con otros cambios sociales y políticos internos del Bajo Imperio Romano (rebeliones como las bagaudas), la ciudad decayó en importancia: las élites urbanas procuraron eludir el aumento de la presión fiscal y optaron por la ruralización. Instituciones que constituían el corazón de la vida urbana como los collegia de oficios (similares a gremios) y las autoridades públicas (ediles), sometidos al principio hereditario forzoso para controlar la recaudación de impuestos, son vistos ya no como un honor ventajoso, sino como una carga. Es el momento en que las villae del campo se hacen más lujosas, basadas en la autosuficiencia, lo que no hace sino romper los vínculos que conectaban el campo con la ciudad y la red de ciudades con Roma, la capital. Las ciudades, con mucha menos población, ven desaparecer las funciones lúdicas, sociales, políticas y religiosas de sus grandes hitos urbanos (anfiteatros, termas, templos, basílicas), en beneficio de nuevas funciones religiosas en torno a la imposición del cristianismo, nueva religión oficial a partir de Teodosio. El obispo pasa a ser la principal autoridad urbana.
La desaparición del Imperio en el siglo V sólo reforzó una tendencia ya comenzada. La Alta Edad Media en la Europa Occidental verá el establecimiento de los reinos germánicos. El Imperio de Oriente o Bizantino, en cambio, mantuvo durante todo el periodo una vida urbana más intensa, junto con las conexiones comerciales a larga distancia y la autoridad central.
Toda la cultura europea durante la Edad Media tiene un acusado carácter agrícola. La ciudad medieval es una ciudad amurallada que aparece como lugar cerrado dentro del paisaje agrícola y forestal, sirviendo de fortaleza defensiva y refugio de sus habitantes y campesinos del entorno, a la vez que constituye el mercado del área de influencia.
Durante la Alta Edad Media, caracterizada por las sucesivas oleadas de invasiones que se sucedieron hasta el siglo X (germanos, musulmanes, vikingos, húngaros), continuó el proceso de ruralización que se remonta a la crisis del siglo III e impone el feudalismo. La principal autoridad en las decaídas ciudades romanas fue la del obispo. En cambio, en la Europa bárbara, a la que no llegó el Imperio Romano, tiene lugar en estos siglos una lenta extensión de las formas propias de la civilización romana-cristiana, y el surgimiento de nuevas ciudades.
En el burgo tiene lugar el surgimiento de actividades distintas a las agrícolas que favorecen el florecimiento de una economía monetaria y la especialización de los trabajos (gremios), constituyendo un marco heterogéneo donde el hombre rural se libera de sus dependencias ancestrales (servidumbre feudal) gracias al anonimato (Stadtluft macht frei -el aire de la ciudad te hace libre-) y a las posibilidades que ofrece la ciudad como centro de producción de los distintos saberes de la época. Las universidades juegan a partir de los siglos XII y XIII un papel destacado en el desarrollo de la cultura que se refleja en las ciudades, sobre todo en los conjuntos urbanos que aparecen junto a ellas.
Las ciudades más prósperas de la Baja Edad Media debieron su desarrollo al comercio a larga distancia que reconstruyó sus rutas a partir de las Cruzadas y el avance de los reinos cristianos frente a los musulmanes en la Reconquista española y el sur de Italia (normandos en Sicilia), que hizo que el Islam perdiera su anterior dominio de gran parte del Mediterráneo. Eso permitió que ciudades-estado del norte de Italia como Venecia, Pisa y Génova experimentaran un gran auge, y de forma similar otros puertos del Mediterráneo Occidental como Nápoles, Barcelona, Valencia o Marsella. Constantinopla siguió siendo la ciudad cristiana más poblada e importante, por delante de las más modestas capitales occidentales (las mayores Roma y París). En el norte de Europa se desarrollaron las ciudades hanseáticas del Báltico y el Mar del Norte (Hamburgo, Lübeck) que llegaban en su influencia hasta el sur de Inglaterra (Londres) y las ricas ciudades de Flandes (Brujas, Amberes); que a su vez se conectaban por el Rin (Colonia, Basilea) y las ferias de Champaña con Milán y el resto de las ciudades italianas. El control del estrecho de Gibraltar permitió la ruta marítima que conectaba el núcleo italiano con el flamenco a través de Sevilla, Lisboa y los puertos castellanos del cantábrico (Santander, Laredo, Bilbao), conectados a través de Burgos al interior de la Meseta, donde se abrieron rutas paralelas a las de la Mesta (Valladolid, Segovia, Toledo) y las ferias de Medina del Campo.
 La ciudad renacentista
Las concepciones aristotélicas y platónicas sobre la ciudad permanecerán en el pensamiento urbanístico posterior. Así, el auge del pensamiento racional durante el Renacimiento determinó un resurgir de estas ideas. Se trata ahora de una ciudad señorial donde los hombres se dedican a cultivar las artes y las letras, en la que vuelve a resurgir el ágora como centro público donde compartir los conocimientos. Una ciudad donde el arte urbano adquiere un protagonismo importante, cuyas calles invitan al paseo y a la conversación. Los mejores ejemplos de este tipo de ciudades son Florencia y Venecia en Italia.
La ciudad barroca
En el barroco se produce un cambio radical en el modo de entender la ciudad. El espíritu de la “ciudad-estado” cerrada en sí misma que de un modo u otro había subyacido en la ciudad medieval y en el Renacimiento, desaparece para dar paso a la ciudad capital del Estado. En ella, el espacio simbólico se concibe subordinado al poder político, cuyo papel sobresaliente tratará de destacar la arquitectura urbana mediante un nuevo planteamiento de perspectivas y distribución de espacios. Los elementos formales cobran fuerza frente al carácter humanista de la polis griega.
 La ciudad industrial
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el funcionamiento del sistema económico mundial experimenta una serie de cambios, cuya influencia se hará sentir sensiblemente en la nueva imagen que adquirirán las ciudades europeas.
El proceso colonial y la consecuente apertura de nuevos mercados amplían la geografía económica de Europa y hacen surgir un nuevo modo de entender la actividad empresarial. Nacen ahora fenómenos de concentración industrial, que requieren de nuevas técnicas de gestión empresarial tendentes a reducir gastos corrientes, todo ello en un marco productivo mucho más amplio, basado en la obtención de nuevas fuentes de energía, el transporte, la división del trabajo y la mecanización, donde las funciones directivas y el volumen de actividades comerciales y financieras adquieren una enorme importancia.
Resulta ahora necesario poner al servicio de la producción nuevos medios tecnológicos, nuevas condiciones de accesibilidad y, sobre todo, una nueva distribución del espacio. La entrada en escena de la energía eléctrica favorece el surgimiento de las coronas periféricas de las ciudades, cuyos suelos vacantes son ocupados por los nuevos asentamientos industriales y laborales, dando lugar a una nueva concepción de separación espacial entre producción y gestión.
La población urbana se distribuye formando arcos más o menos amplios en torno al núcleo urbano, en un movimiento centrífugo. En el arco exterior se sitúan las crecientes masas residenciales, constituidas por la nueva mano de obra inmigrante que exige el funcionamiento del aparato industrial. Son los “barrios obreros”, típicos de los extrarradios de las grandes ciudades, densamente poblados, con escasos servicios y en general con pocas condiciones de habitabilidad. En estos barrios se concentra la masa laboral, que comparte el espacio periférico con las grandes e insalubres instalaciones industriales.
En este modelo radial de ciudad, los espacios centrales van a alcanzar inusitados valores de posición. En efecto, al mero aprovechamiento urbanístico del suelo, es decir, a la posibilidad de construir o edificar en el mismo, se va a añadir ahora un nuevo valor: la renta inmobiliaria asociada a la posición del suelo. Este valor añadido permitirá al capital asegurar la estabilidad del beneficio a largo plazo.
Hasta la llegada de la Revolución industrial la intervención de los poderes públicos en el campo urbanístico había sido muy limitada, en su mayor parte se trataba de medidas orientadas a la sanidad y a la reglamentación de las edificaciones situadas en los conjuntos monumentales o en áreas centrales de la ciudad. Ahora, el nuevo entramado de intereses nacido al amparo del “desarrollismo industrial”, convertirá al urbanismo en una trama social y política, donde los poderes públicos tendrán que intervenir para reducir las tensiones que se generan en este campo cada vez más conflictivo.
El agrupamiento de las fuerzas obreras, consecuencia de la propia concentración fabril, favorece la conciencia de clase y la demanda social. Esta fuente de conflicto dentro de un medio urbano creciendo sin control pone en peligro el binomio empresa-territorio. Es necesario, por lo tanto, recurrir a la intervención de entes administrativos públicos para solucionar los nuevos problemas urbanos, mediante medidas de organización administrativa del territorio.
Bibliografía : Lader Quezada, Miguel Ángel. La ciudad medieval (1248-1492). Universidad de Sevilla. Secretariado de Publicaciones.
R.H Barrow, Los Romanos, fondo de cultura económica, México Df, 1995.
G.K Chesterton “Breve historia de Inglaterra”, Barcelona 2005.

miércoles, 11 de mayo de 2011

domingo, 7 de noviembre de 2010

La Revolucion Industrial 8°Básico


La mayor transformación social que se ha producido en los últimos siglos ha sido producto de la Revolución Industrial. El invento de la máquina de vapor y el desarrollo de los procesos industriales contribuyeron sobremanera a tener una sociedad más modernizada y a afrontar retos naturales contra los que la Humanidad había luchado históricamente, como volar o desplazarse rápidamente de un sitio a otro.Pero, sin duda, el elemento clave fue la gran patente de James Watt que propulsó un cambio profundo que dio alas a lo que posteriormente sería llamada como Revolución Industrial. La máquina de vapor se aplicó a la locomotora y de ahí se pasó a un avance tecnológico sin precedentes. Por otro lado, una sociedad más liberal fomentó el que se introdujeran nuevos elementos que contribuyeran al avance industrial. Se necesitaba más carbón, se generaba más energía, y se buscaba aumentar la productividad de los recursos propios. La mente se había abierto a la economía y la eficiencia y a ello contribuyó también la política expansionista de determinados países que hizo que el capitalismo se expandiera por el mundo. Adam Smith, con su “Riqueza de las naciones” fue el pionero de este librecambismo, bajo la idea de que esa libertad influirá en el desarrollo de una nación.
La primera gran etapa de la Revolución Industrial fue la que se desarrolló entre los año 1760 y 1870. Fue un periodo marcado por los continuos inventos. En el año 1800 Volta inventaría la pila eléctrica. Stephenson inventó la primera locomotora de vapor en el año 1814. en 1825 se inauguró la primera línea de pasajeros. En 1834 fue Richard Roberts el que ideó el telar y la máquina de hilar. En 1837, Morse inventa el telégrafo y se da el primer gran impulso a las comunicaciones. En 1863 se inaugura el primer sistema de metro del mundo en Londres. En 1868 se lanza el primer ferrocarril transcontinental…
Pero al mismo tiempo, la sociedad comienza a sufrir profundas transformaciones marcada por hechos que todos conducían a la implantación de unas ideas mucho más modernas y liberales. 1789 y la Revolución Francesa fue fundamental para que esas ideas se propagaran por Europa. Pero también la victoria de los ingleses en la Batalla de Trafalgar sirvió en cierto modo para fomentar el auge de la Revolución Industrial. Lo que a simple vista parecería una catástrofe para franceses y españoles, hizo que Gran Bretaña, la gran propulsora de la Revolución, se hiciera con el dominio del mar en el Mediterráneo. Se abrieron así las vías para un comercio global y al mismo tiempo los canales necesarios como para que las ideas librecambistas que tanto se defendían en Inglaterra llegaran aún más lejos.
Poco a poco, la semilla de una sociedad más avanzada basada en la tecnología iba floreciendo. En aquella primera etapa de la Revolución Industrial, la luz eléctrica, el gas y el transporte público (tres elementos básico de cualquier sociedad hoy en día) habían venido al mundo. Se había pasado de ciudades alumbradas por petróleo y donde el único medio de transporte eran los carros de caballos, a viajar en máquinas de vapor y a tener alumbrado eléctrico.El siglo XX había llegado.
La segunda etapa de la Revolución Industrial comenzó en 1870 aproximadamente. Y quizás fuera el invento del dinamo la que diera un nuevo empujón a la carrera por la modernización tecnológica. La obtención de fuerza hidroeléctrica gracias a estas dinamos permitieron transformarla en luz, y por ende, en energía para los nuevos transportes que iban surgiendo. La era de los transportes daba un nuevo salto adelante, y por otro lado, la sociedad se veía recompensada con un nuevo elemento desconocido hasta entonces: el alumbrado. Las horas de oscuridad, de candiles y cera, quedaba atrás. Cuando en 1879, Thomas Edison presentó la lámpara incandescente la sociedad ya se había preparado para lo que, uno tras otro, iba a llegar en aquellos años de finales del XIX y principios del siglo XX.
Aquel desarrollo industrial se centró en Europa, donde el Reino Unido era el gran dominante; la potencia mundial cuyos tentáculos se adentraban en todos los continentes. Ellos fueron el perfecto ejemplo del significado de la Revolución Industrial. En primer lugar porque crearon una industria textil con la que acumularon capital suficiente como para continuar con los estudios e innovaciones tecnológicas, y en segundo lugar, porque su vasto imperio colonial otorgaba el material económico y en materias primas como para afrontar con garantías la llegada de esta segunda fase en la que la siderurgia y el ferrocarril serían los elementos principales.
Sin embargo, aquella Revolución Industrial también tuvo sus puntos negros, que en este caso se reflejaban en la cada vez mayor explotación laboral. Jornadas de quince horas y el nacimiento de lo que Karl Marx definió como alienamiento de los trabajadores.
El éxito de la Revolución Industrial estuvo sustentado desde muchos puntos de la economía y la cultura, pues si la sociedad supo acoplarse y recibir con expectación todos aquellos avances y desde el punto de vista económico se estaba en una época de bonanza, también la apertura de nuevas rutas comerciales favoreció el engrandecimiento de todas aquellas naciones que se alineaban a ese nuevo progreso. En ello fue importantísimo también la apertura del Canal de Suez, en Egipto, en 1869, que permitió un comercio más fluido entre Europa y Asia. Además las redes ferroviarias iban en aumento, y se comenzó una carrera loca por conseguir conectar, por un lado, las dos costas de Estados Unidos, y por el otro lado, los principales puntos comerciales de Europa. Por último, la presentación en sociedad de las primera líneas telefónicas de larga distancia permitió conectar en el instante a distintos puntos del mundo agilizando de este modo el comercio.
El ritmo de aquellos años parecía por momentos frenético. Era una carrera contrarreloj por ser los primeros en la que Inglaterra, Estados Unidos y Francia habían adquirido ventaja. Pero aquel imperialismo; aquella supremacía, no hizo sino crear más tensiones entre determinados países. Alemania e Italia se veían relegados y pronto surgieron los conflictos políticos… estábamos ante las puertas de la Primera Guerra Mundial.

Camino al Imperialismo Romano 7°Básico


El Imperio romano
Fue una etapa caracterizada por una forma de gobierno autocrática- es decir un sistema de gobierno absoluto en el cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley de un Estado- El nacimiento del imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno al Mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando, llegando a su máxima extensión durante el reinado de Trajano, abarcando desde el Océano Atlántico al oeste hasta las orillas del Mar Caspio, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Durante casi tres siglos antes de César Augusto, Roma había adquirido numerosos dominios en forma de provincias directamente bajo administración senatorial o bajo gestión consular, y también mediante pactos de adhesión como protectorados de estados aliados. Su principal competidora en aquella época fue la ciudad púnica de Cartago cuya expansión rivalizaba con la de Roma y por ello fue la primera gran víctima de la República. Las Guerras Púnicas obligaron a Roma a salir de sus fronteras naturales, la península Itálica, y poco a poco adquirió nuevos dominios que debía administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.
Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente gobernables por un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez. Asimismo, un ejército creciente reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las tropas, de cara a obtener créditos políticos. Así fue como surgieron personajes ambiciosos cuyo objetivo principal fue el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no sólo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió la autoridad del Senado romano.
El Imperio romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio César, en los momentos finales de la República romana. Se alzó como mandatario absoluto en Roma, haciéndose nombrar Dictator (dictador). Tal osadía no agradó a los miembros del Senado romano, que conspiraron contra él asesinándole durante los Idus de marzo en las mismas escalinatas del Senado, restableciendo así la república, pero su retorno sería efímero. El precedente no pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César, Octavio Augusto.

LOS TRIUNVIRATOS A FINES DE LA REPUBLICA EN ROMA 7°BÁSICO


El descontento social de la República había tratado de ser solucionado por los senadores Mario y Sila, pero no fue sino hasta el año 60 a. C que tuvo que formarse el primer triunvirato integrado por Pompeyo, Craso y César, pero sin el apoyo del Senado. Muy pronto Craso murió en la guerra de Siria, César se fue a realizar la campaña de La Galia, mientras Pompeyo se erigió en único cónsul. Julio César unió su ejército en contra de Pompeyo quien huyó a Egipto en donde fue asesinado. César entonces ocupó Roma y se erigió como dictador perpetuo, hasta que más tarde fue asesinado por un grupo de senadores. A su muerte se formó el segundo triunvirato.

El asesinato de César trajo consigo otra crisis. Los conjurados querían el restablecimiento del Senado. La asamblea popular apoyaba a César y pedían un baño de sangre. Dos comandantes de César, Marco Antonio y Lépido controlaban al ejército. Marco Antonio llegó a un acuerdo con los senadores: declaró una amnistía y el Senado le dio su apoyo. César había declarado heredero a su sobrino Octavio, quien no tardó en reclamar su herencia. En 43 a. C. se formó un segundo triunvirato integrado por los jefes cesaristas Marco Antonio, Lépido y Octavio. Después de vencer a los republicanos Bruto y Casio en la batalla de Filipos pensaron aplicar de inmediato la política dictatorial de César, sin embargo este triunvirato también duró muy poco. Lépido abandonó las tareas de gobierno en el año 36 a. C. y Octavio venció a Marco Antonio y Cleopatra, quien había sido su aliada y reina de Egipto, en la batalla de Actium. Egipto entonces se convirtió en provincia romana y Octavio en emperador de Roma bajo el nombre de Augusto. Este es el inicio de la época imperial de Roma.

domingo, 17 de octubre de 2010


El libro relata la historia de una mujer pobre, cansada y embarazada que se encuentra en Londres, que allí antes de dar a luz, es recogida y llevada a un hospicio donde nace el niño de ésta. La madre estaba en tan malas condiciones que muere en el parto, al niño recién nacido un hombre llamado Sr.Bumble (dueño del hospicio), al no tener el pequeño nombre decide ponerle Oliver Twist, al que luego mantiene parroquia, dándole de comer y un sitio para dormir.

Hasta que un día el Sr.Bumble decide llevarle a trabajar a una funeraria con un hombre el Sr.Sowerberry, que es un enterrador, pero a Oliver no le hace mucha gracia, y vuelve al hospicio a causa de un desafortunado acontecimiento.

Luego va a Londres donde se encuentra con una banda de ladrones, liderados por un viejo, judío, con barba llamado Fagín, el cual acepta a Oliver como miembro más en la banda conociendo allí a Betsy, John Dawkins “Artero Perillán”,etc...

Fagín un día manda robar a Oliver, y si el chico no lo hace el viejo le daría una buena paliza, porque así es como trataba a los niños si no le obedecían les pegaba una paliza a los chicos, porque Fagín les daba de comer etc...

Oliver se disponía a robar con otros compañeros a un viejo el Sr.Brownlow y les cogió, afortunadamente el hombre no los llevó a la policía, y rescató a Oliver de la banda del viejo judío Fagín, después de esto Oliver cae enfermo y la Sra.Bedwin le cuida, entonces Oliver en ese momento está feliz porque se preocupan por él.

Más tarde Bill Sikes captura a Oliver, luego a éste le hieren...

Luego Fagín es condenado a la horca por cometer todos los delitos ya nombrados antes, y posteriormente Oliver se da cuenta de que el viejo Fagín es el pariente más allegado de éste y entonces el chico se queda con la herencia del que le había maltratado y pegado continuamente el Sr.Brownlow adopta a Oliver.